Un fotógrafo de vida silvestre queda asombrado tras grabar a este animal muy raro

16 octubre 2025

Un encuentro fuera de lo común: la orca blanca de Japón

En las aguas heladas de Hokkaido, al norte de Japón, un fotógrafo de naturaleza vivió uno de esos momentos que la naturaleza reserva solo a unos pocos afortunados. N. Hayakawa, acostumbrado desde hace veinte años a observar animales en su entorno natural, tuvo la sorpresa de su vida cuando una orca de color blanco crema apareció frente a su objetivo.
«Me temblaban las piernas», confesó, aún emocionado por aquella aparición casi irreal.

Un sueño despierto en medio del océano

Aquel día, Hayakawa filmaba un grupo de orcas en la región de Rausu, un lugar conocido por el avistamiento de cetáceos. De repente, una silueta inusual rompió las olas: un gran macho, de un blanco lechoso, nadaba tranquilamente entre sus compañeras de piel negra y blanca.
«Es la primera vez que veo una orca blanca en quince años de fotografía aquí», contó en redes sociales. Describió la escena como «un sueño despierto», una visión «casi dorada en el agua azul».
Pero no era un espejismo: al revisar sus fotografías, el fotógrafo comprobó que había inmortalizado una verdadera rareza. Una orca color crema, viva, real, moviéndose libremente en el océano.

El misterio del blanco: ¿leucismo o albinismo?

Al regresar al mismo lugar unos días después, Hayakawa tuvo una segunda sorpresa: otra orca blanca apareció, esta vez una hembra.
Su ojo experto notó un detalle esencial: los ojos del animal eran negros. Una pista clave que permitía descartar el albinismo puro.
Los científicos explican que el leucismo, a diferencia del albinismo, provoca una pérdida parcial de pigmentación. Los animales afectados suelen conservar los ojos oscuros, mientras que los albinos los tienen rojos o rosados. El leucismo otorga ese tono crema y esas marcas suaves, como un velo de luz sobre el cuerpo.
Estas orcas “blancas” no carecen completamente de melanina: heredan una mutación genética rara que modifica su apariencia sin afectar su salud.

Una desventaja convertida en símbolo

En la naturaleza, esta coloración poco común podría representar un inconveniente: las presas o los depredadores detectan más fácilmente a un individuo tan claro.
Sin embargo, contra todo pronóstico, las dos orcas observadas por Hayakawa parecían perfectamente integradas en su grupo. No había rechazo ni agresividad: nadaban entre las demás, protegidas por su clan.
Un hermoso recordatorio de que la naturaleza, a veces, es más tolerante que los seres humanos.

El llamado del mar

Desde aquel encuentro, N. Hayakawa ha regresado varias veces a Rausu con la esperanza de volver a ver a “sus” orcas blancas. Continúa documentando la fauna japonesa —desde las ardillas voladoras hasta las ballenas—, pero esos dos cetáceos fuera de lo común marcaron un antes y un después en su carrera.
¿Y su nuevo sueño? Ver algún día una joven orca blanca unirse al grupo, prueba de que la vida, una vez más, siempre encuentra su camino.

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