¿Cuántas veces debes ducharte al envejecer? La respuesta desconcierta a todos

4 noviembre 2025

¿Cuántas veces debes ducharte al envejecer? La respuesta desconcierta a todos

¿Antes tenías la costumbre de ducharte cada mañana como un ritual sagrado? Tranquilo, no eres el único. De hecho, la frecuencia de las duchas es un tema que suele generar debate y, en lugares como Francia, tomar una ducha diaria es casi un mandamiento social. Sin embargo, lo que estamos a punto de desvelar podría incluso dejarte atónito: los dermatólogos coinciden en que, especialmente a medida que cumplimos años, ducharse todos los días no solo es innecesario, ¡sino que puede ser perjudicial!
¿Listo para repensar tu relación con la ducha?

¿Es realmente bueno ducharse cada día?

Los dermatólogos afirman, en sintonía, que mantener una higiene diaria, usando jabón en cada ocasión, no es tan ideal como solemos creer. Puede resultar perjudicial para nuestra piel, favoreciendo la sequedad, la irritación, las alergias cutáneas o, incluso, el desarrollo de eczema. Y sí, aunque la presión social empuje a pensar lo contrario, la piel lo nota y, desgraciadamente, no siempre para bien.

El paso de los años: una piel más sensible y sedienta

El asunto se vuelve todavía más relevante con la edad. Según explica la Dra. Sylvie Meaume, dermatóloga y jefa de geriatría de heridas y cicatrización, cuanto más mayores somos, más deberíamos espaciar las duchas. ¿La razón? Sencilla: la piel, con los años, se seca porque ya no produce tanto sebo como antes. Así, los adultos mayores suelen tener una piel más fina y seca, que tira y pica más que la de las personas jóvenes.

Al utilizar jabón para limpiar la piel, retiramos parte de ese film hidrolipídico protector que, con el paso del tiempo, ya cuesta trabajo reconstruir. Además, eliminamos las “buenas” bacterias y los microorganismos que nos defienden frente a agresiones externas. Así que, ojo: el exceso de agua y jabón puede no ser el aliado que esperabas, sino todo lo contrario.

¿Cómo mantener una buena higiene sin perjudicar la piel?

¡Pero cuidado! No se trata de abrazar la negligencia corporal cuando pasan los años. Mantener una buena higiene sigue siendo esencial. Esto supone realizar regularmente algún tipo de limpieza corporal (sea ducha, baño o lavado por zonas sensibles), y también cambiar la ropa y la ropa interior de manera habitual.

  • A partir de los 65-70 años, lo ideal es enjuagarse el cuerpo a diario, pero usar jabón solo cada tres días y sin frotar demasiado la piel. Esto equivale, a grandes rasgos, a unas dos duchas semanales.
  • Si no es posible enjuagarse todos los días, se recomienda limpiar cada día ciertas zonas estratégicas: las axilas, entre los dedos de los pies y las partes íntimas.

Además, se deben evitar ciertos excesos para proteger la piel:

  • Evitar ducharse con agua demasiado caliente. Mucho mejor el agua tibia.
  • No alargar las duchas innecesariamente: según investigadores de Harvard Medical School, con 3 a 4 minutos basta.
  • Evitar productos que contengan tensioactivos (fíjate en las etiquetas: sulfatos, polietilenos, ácidos, sodio…).
  • Optar por aceites de ducha, panes dermatológicos o jabones grasos.
  • Secarse bien, dando toques suaves con la toalla, en vez de frotar con fuerza.

Por supuesto, todas estas recomendaciones pueden (y deben) adaptarse en función de la estación, el clima, el tipo de piel, las actividades realizadas, la salud y la autonomía de cada persona. Porque incluso la rutina más perfecta necesita un toque personalizado.

En resumen: ducha, sí, pero con cabeza (¡y piel contenta!)

A medida que el tiempo pasa, nuestra piel deja de ser la coraza impenetrable de la juventud. Ducharse menos frecuentemente, usar menos jabón y optar por productos suaves se convierten en gestos inteligentes para conservar la salud cutánea. No es cuestión de dejar la higiene de lado, sino de adaptarla con mimo a cada etapa, escuchando lo que nuestro propio cuerpo –y piel– nos pide.

Si vas sumando años, ya sabes: tu piel te agradecerá que cuides cada ducha como un acto de cariño. Y quién sabe, quizás empieces a mirar tu espoja… ¡con menos entusiasmo y más sensatez!

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